Los Puttick

21.05.2024

( Relato de no ficción, basado en la historia  de la familia Puttick. Narrado desde el punto de vista de la madre)

Mi nombre es Kazumi, que quiere decir "paz y belleza". Y para cuando leáis esto habré dejado de existir.

Nací en Japón, en el seno de una familia muy apegada a las tradiciones. Al terminar la Universidad, comencé a trabajar en una empresa de ingeniería. Un día apareció Neil, un inglés alto y flacucho que me cautivó con su sonrisa.

Al cabo de unos meses Neil finalizó su contrato, pero para entonces ya estábamos profundamente enamorados. Así que, en contra de la opinión de toda mi familia, decidí acompañarle a Inglaterra.

Nos casamos y construimos un hogar perfecto. Y entonces llegó nuestro pequeño Sam, con sus ojitos achinados y su preciosa sonrisa.

Pero yo ya no soy esa Kazumi. Y la nostalgia de ese tiempo es como un veneno ponzoñoso, que me mata lentamente.

Nada hay más terrible que contemplar a tu hijo muerto. Tengo frío. Un frío de esos que se mete en el alma y no la suelta nunca más.

Entre la vigilia y el sueño, los recuerdos golpean mi mente como una cascada furiosa: el parque de Tokio, en primavera, donde Neil y yo mirábamos embelesados los cerezos en flor. Las batallas libradas contra todos, en nombre del amor. Mi ramo de novia flotando en el aire. La llegada de Sam a nuestras vidas. Su cuerpecito entre los hierros del coche, como un juguete roto. La tristeza, el miedo, la lucha. El zarpazo helado de la enfermedad. Su muerte. La nada.

Durante tres días y tres noches he velado el cuerpo de mi hijo, deseando que todo esto fuese un mal sueño, como ese que me despierta en las madrugadas y en el que Sam se precipita por un pozo muy hondo, sin que yo pueda salvarlo.

Pero esto no es un sueño. Por más que me restriego los ojos, allí sigue Sam, o lo que queda de él. Un cuerpo extraño que ya es, tan sólo, un puñado de nieve derretida.

Cargando mi dolor y el cuerpo de mi hijo he llegado al borde de este acantilado. El paisaje es tan bello, que me produce dolor. En el cielo una bandada de vencejos dibujan extrañas figuras, en una danza perfecta. Cuando salto al vacío, una dulce paz me envuelve.